
la vista se le nubla,
los ojos le lloran,
el aire no le alcanza para poder respirar.
Ahora soy yo a la que le duele el cuerpo
la que no puede pensar con claridad,
la que sufre escalofríos,
a la que se le seca la boca
y le tiemblan las piernas y el centro de gravedad no se le queda quieto.
Soy yo a la que le duelen los huesos,
a la que le zumban los oídos,
a la que le falta el oxigeno.
Soy yo la que siente que se muere y ningún analgésico le hace efecto
porque lo que necesita es su propia droga pero esta ya no la puede obtener.
Puede ser que sean los estragos del síndrome de abstinencia
o solo sea víctima de esta maldita gripa que por fin logro atraparme.